Cocinar, el gran descubrimiento del Paleolítico

El fuego fue el primer recurso técnico que obtuvo el hombre, y que fue trascendental para la alimentación, para la nutrición, para la evolución y la cultura. El control del fuego, origen de la cocina, resultó un signo de inteligencia y de capacidad de observación hasta tal punto que cuando en la actualidad los arqueólogos descubren un yacimiento, si encuentran indicios de fuego, esto significa que hubo presencia humana.

Era la época en la que los primitivos cazadores todavía eran nómadas, e iban de acá para allá, buscando los mejores recursos, y cuando se agotaban en un sitio, se desplazaban a otro, cargando con sus pieles, con sus instrumentos de piedra, y con las pocas cosas que hubieran podido acumular. También llevaban con ellos unos trozos de carbón aislado con musgo y madera, un encendedor rápido para prender fuego en cualquier lugar propicio. Más adelante aprendieron a crear ellos mismos las llamas, con ayuda de piedras de pirita, y un poco de habilidad y esfuerzo. Todo indicaba que el control del fuego se convertiría en el origen de la cocina.

El dominio sobre el fuego propició la complejidad social, ya que para mantenerlo y controlarlo se requería cierto trabajo de cooperación. Y esa colaboración hacía que los grupos fueran más estables y sólidos. Creaba la conciencia del nosotros frente al ellos, fortaleciendo los lazos de las pequeñas comunidades. Así que además empezaron a aparecer cambios en el comportamiento humano. Gracias a las llamas era posible ver de noche. Aquello fue un gran cambio en las frías y largas noches heladas. Y junto a la fogata se sentían más seguros y permanecían agradablemente calientes. Podían hacer pequeñas labores, secar las pieles mojadas y los animales más peligrosos se mantenían alejados del fuego. Todo eran ventajas.

Incluso las comidas más duras y difíciles de masticar, como algunas raíces y rizomas, ciertas hojas y frutos, se volvían tiernas y aromáticas si se ponían junto al fuego, su olor era la promesa de comer bien hasta entonces desconocida. Y los alimentos calientes satisfacían más y sentaban mejor. Tras del fuego, todos aquellos alimentos eran mucho más seguros, ya no había parásitos, ni tóxicos. La alimentación se volvió mucho más placentera, segura, variada y culta.

Gracias al fuego se empezaron a consumir más productos, que era imposible tomar en crudo, y todas estaban mucho más buenos. Además, los niños y los ancianos podían tragar con más facilidad los alimentos asados, que tras la cocción eran más blandos y nutritivos. Los enfermos digerían mejor las comidas pasadas por la brasa, y las pequeñas sociedades prehistóricas conocieron un aumento de la longevidad de sus miembros.

Por otro lado, la digestión de productos cocinados era más rápida y fácil: empezaron a consumirse muchos nuevos alimentos, como era el caso de los tubérculos o los rizomas, a los que el calor transforma el contenido en almidón y celulosa (duro e imposible de transformar por el organismo humano) en hidratos de carbono de fácil asimilación. Así que, además, la comida era más variada y por tanto, la nutrición más completa y mejor la asimilación de calorías. Por lo tanto, tras el cocinado, la disposición de energía para los humanos prehistóricos era mucho más eficiente. La sociedad de cazadores y recolectores iba transformándose.

Tuvo tal éxito el uso del fuego que no hemos dejado de usarlo desde entonces. Incluso los hombres de la Prehistoria nos han dejado algunas reliquias de su forma de cocinar. Por ejemplo, en Pech de l´Azé, en Francia, se ha encontrado un asador pétreo, una plancha de piedras que se calentaban y sobre ellas se asaba la carne, que se utilizó durante un periodo de tiempo muy extenso. En muchos casos conservamos bastantes instrumentos, pero no siempre tenemos evidencias de cómo se cocinaba y no podemos imaginar la capacidad de invención asociada a las primitivas prácticas culinarias.

Sabemos que  asaban piezas medianas, y que pasaban por el fuego casi todo lo que era posible pasar. Además, como en esta época todavía no se había inventado la cerámica, se utilizaron ocurrentes recipientes como conchas de tortuga, huecos cóncavos de corcho de encina, o incluso piedras convenientemente ahuecadas. Todo lo que facilitara la novedosa transformación de alimentos simples en productos cocinados.

Podemos hablar de cocina en el Paleolítico De una cocina que incluso llegó a modificar la biología evolutiva de los seres humanos, haciéndoles más fuertes, más sanos, más longevos y mejor adaptados a los nuevos tiempos. Incluso más inteligentes y capaces, orgullosos y satisfechos del uso de aquella novedosa tecnología. En gran medida, cocinar hizo al hombre, como decía Faustino Cordón, en una obra con este mismo nombre.

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