¿Cuál es el reto de la escritora? ¿A qué desafíos se enfrenta en su vida, entre la pluma y el ordenador, en su ocupación vital? Quizás a vivir como mujer esa forma de ser, de existencia. A sobrevivir al caos de la vida, a permitirse vivir su propia personalidad sin renunciar a ella. A ajustar las circunstancias de la vida para no renunciar a su vocación ni tampoco a su propia vida. Virginia Woolf hablaba de estas circunstancias, que son con frecuenta trascendentales para esta vocación.
El hombre y la mujer frente al papel, como frente a la vida, se manifiestan de diferentes formas, a veces divergen y en ocasiones convergen. Y también al revés, no creo que haya una forma femenina o masculina de acercarse a la literatura, como a casi nada. Hay una forma personal, única: la del que escribe frente al papel. Pero sí es cierto que los problemas de la mujer también afectan a la escritora, como ocurre en cualquier profesión. En esta vocación nuestra que es además trabajo y que presenta las peculiaridades propias de tiempo dedicado al mundo interior, a lo privado y lo íntimo, suceden los días en el interior de un despacho, de una casa, de una habitación. Con la soledad necesaria, imprescindible para concentrarse, para desarrollar una historia o un pensamiento. Es entonces cuando se produce la magia, y puedes…
…Usar palabras que te entusiasman, buscar la belleza de las palabras por sí mismas, compuestas, sin que tengan necesariamente sentido. O sí. Sí. Y sobre las palabras las ideas, la belleza de estas y la capacidad de contar cosas ocurridas, inventadas, anheladas. La vida es por sí misma bella o trágica, o un sainete… risas, llantos, amargura, decepción, felicidad, sosiego… palabras que proporcionan sentido por sí mismas a un párrafo, palabras intensas, pero también las hay delicadas y espléndidas, como metamorfosis, libélula, transparencia, modestia, sinceridad, ambiente, luz.
Hay que elegirlas bien, combinarlas mejor, encajar frase a frase, pulirlas como un maestro cantero medieval, con precisión, quitando, quitando, siempre quitando. Un dia sentirás como te encuentras a mitad de un precipicio, subiendo con pies y manos, agarrada a las rocas, y no puedes mirar abajo. Solo hay que subir, y subir, Las manos se desgarran (escribir duele ¿no lo sabías?), pero sabes que o lo dejas o llegas. Y hay que llegar, que llegar. Algún momento es de desesperación ¿llegarás? ¿de verdad?, y la respuesta es “no importa”, tengo que escalar. Y será duro. Pero un día llegarás ¿sangre? Si, la tuya, te dejas la vida, te desgarras, las noches son cortas, las madrugadas a veces no acaban, el cansancio hace mella, pero no debe importar, sólo hay que seguir y seguir hasta conseguir lo que te has propuesto.
La mujer escritora, la escritora que es mujer.
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