Querida editora: te escribo desde una ciudad que conozco muy bien y que siempre me sorprende y enamora, Roma. Ya sabes que soy especialista en la historia del mundo antiguo, y dentro del maremagnum de culturas de este –todas apasionantes-, he estudiado algo mas el mundo romano. De Roma no solo conozco la ciudad actual, y me explico: hay muchas Romas, unas han crecido sobre otras, ha habido constantes mejoras, recreaciones, construcciones y reconstrucciones. Todas ellas han convertido el suelo romano en un libro en el que cada estrato es un capítulo de su historia. Conozco muy bien estos capítulos porque en mi etapa universitaria tuve la suerte de tener una fantástica profesora de arqueología que no solamente enseñaba bien, sino que ademas estimuló en mí las ganas por conocer mejor el crucigrama romano.
Así que me encuentro tras las huellas de mi ultimo personaje, histórico pero bastante desconocido. Voy andando sus pasos, tratando de sentir la acción que ya conozco, para describirla mejor y entender sus sentimientos, de manera que el lector pueda comprenderlo mejor y así disfrutar de su apasionante vida y de sus aventuras. Camino desde el templo de los Dioscuros al foro, del terrible tullianum –la cárcel mamertina- a las escaleras gemonías, del Tiber al tabularium. Cuento los pasos, imagino las escenas que ya conozco, pongo cara a los transeúntes imaginarios, al jefe de la policía romana, a los senadores… Y así estoy viviendo apasionadamente la vida de mi protagonista, que pronto daré a conocer. Dotándole de la frescura de su época, proporcionándole argumentos para vivir.
Roma me sienta bien, huele a veces a gran ciudad y otras llega el aroma de los bosques cercanos y de la lluvia que me acompaña en mis excursiones; el SPQR esta conmigo hasta cuando miro hacia abajo y veo las tapas de las alcantarillas ennoblecidas por las iniciales. Roma me permite entrar en cualquiera de las páginas de su historia casi sin dificultad, tan solo imaginando las calles, los bulliciosos mercados, las tiendas de lujo y las riquísimas domus, escuchando las sandalias de los legionarios vibrar, rítmicas, por los pavimentos de piedra. Y atenta a los sonidos, a los cánticos, también escucho el latín al que tanto debemos, nuestra raíz que aun expresa mejor que nuestra propia lengua muchos conceptos.
Porque entre tanto romano del siglo I, querida amiga, no te he contado otro de los motivos de mi visita a Roma, y que compete a los romanos del s. XXI. Un querido amigo me ha invitado a la ceremonia de su ordenación sacerdotal. Ha sido una liturgia magnífica, dotada de esplendor, de emocion, sinfónica, organizada y con tempos acompasados y vibrantes. He disfrutado mucho y he sentido intensamente la emocion de las creencias de tantos, y las mías propias. Pero durante la ceremonia, percibía las diferencias entre la pronunciación latina eclesiástica y la clásica, lo que me ha inquietado bastante, porque la pronunciación clásica es tan equilibrada y bella…

Pero centrémonos, que no iba a eso, sino al fondo de la cuestión, al latín. Qué lengua tan perfecta para expresar ciertas cosas, como: fons viva, ignis, caritas. El Paraclito en latín tiene otra dimensión, como la unctio, la pax o el kyrieleison.
¿No crees que se hablaría mejor si se conociera un poco el latín? La madre de nuestra lengua esta casi olvidada, y nos proporcionaría otra dimensión mas completa, al conocer la fons y origo del castellano. Hablar bien es también conocer nuestra historia, nuestra cultura, la lengua de la que procedemos, que cuando se trata un poco enriquece muchísimo. Me gustaría conocer tu opinión, ya que tú estas doblemente afectada por el latín debido a tu doble condición de gallega y castellano parlante. Un cariñoso abrazo desde Roma.