Tarde de julio en Madrid. Calor sofocante, sol intenso. Pensaba en las personas a las que había invitado a la presentación del nuevo libro… Estaba muy contenta, el libro había quedado muy bien, la Editorial Almuzara había hecho un estupendo trabajo. Pero… ¿habíamos hecho bien organizando una presentación en época de tanto calor? y lo más peliagudo ¿vendría alguien? Pobrecillos, casi los justificaba mentalmente. Alguien no encontraría taxi, otro no se sentiría bien con esas temperaturas y al perro de otro más le habría dado un golpe de calor.

Aun así me mantuve, ahora importaba el libro, y había que contar a los que vinieran todo lo que me había hecho disfrutar a mí escribiéndolo. Hacerles sentir esa pasión que yo misma había sentido por los 18 personajes de la obra. Explicarles porqué había seleccionado a esos personajes y no a otros, y trasladar a través del tiempo alguna de las refrescantes vivencias que ellos habían disfrutado.

Entré en la librería Lé, estaba en mi salsa… rodeada de libros, claro. Las sillas para el público parecían demasiadas. Pero poco a poco se comenzaron a oir pisadas en las escaleras, llegaban muchos amigos, algunos desconocidos, también familia. El editor del libro, Manuel Pimentel, y Rafael Ansón, que presentaban y avalaban con su presencia el acto también llegaron. De repente, las sillas eran demasiado pocas, empezábamos a presentar y la gente se agolpaba de pie. Empecé a contar mi libro sencillamente, por el principio, el “Érase una vez” sigue funcionando y nos deja esperando una nueva historia. Algunas de las anécdotas eran terribles, otras divertidas, suculenta alguna que otra, y muchas interesantes.

Les gustó, lo pasamos bien -yo también, a pesar de la preocupación inicial-, nos reimos y disfrutamos de algunas de las vidas: Apicio y su gran desgracia, Dumas y su incensante actividad literaria y amatoria; Moisés en la grandeza del Sinaí, Carème sofocado por las temperaturas de los hornos parisinos, el bondadoso Parmentier aliviado de haber convencido a los obstinados franceses de que era necesario cultivar y consumir patatas, y así, terminar con la hambruna. La deliciosa Pardo Bazán y sus contradicciones, su fantástico estilo literario y su galanura…

No hable de todos los personajes ni lo conté todo, claro, pero las pinceladas fueron suficientes. Risas y sonrisas. No habíamos hecho nada más que empezar. El libro está ahora en vuestras manos, ya no son míos, ahora son de todos. Gracias.