Huevo translúcidoDespués de ver las estadísticas de mi blog, me sorprende ver las entradas que tiene un artículo dedicado a la “porno cocina”. No imaginen mal, no se trata de nada esotérico ni sexotérico, se trata de una simple crítica al deplorable mundo de la gastronomía convertida en espectáculo de masas. La reflexión necesaria después del primer momento de asombro ante la cantidad de visitas en relación con otros artículos, es que no es que yo me haya superado en ese artículo. Es el título por sí mismo el que provoca el interés, y por qué no decirlo, el morbo. No importan tanto la historia, la cultura, incluso la gastronomía, que hoy ocupa un espacio que tanta atención concita… nada como la palabra, esa palabra de cinco letras para provocar un estallido en el número de visitas y ¡ojalá fuera así! lecturas.

Y así nos va, papamosqueando y entretenidos con pokemon voladores, estamos en el borde de una nueva época, ya nos hemos caído de la anterior y aún no nos hemos dado cuenta. Pero tengan por seguro que seguiremos comiendo, si Dios quiere. Y que la atención de muchos se lanzará hacia palabras como la del título, pero nosotros seguiremos hablando de libros, de historia, de gastronomía, de gastronomías.

Continuaré escribiendo hasta en verano, cuando la canícula afloja las fuerzas y el tiempo se alarga para todo menos para rasguear unas letras. Las tardes de verano son para la siesta y las bebidas heladas, para las tertulias y para pensar en la cena o en como entremeter la merienda entre una y otra. Pero también para planear los inviernos, para organizar rutas e imaginar nuevos platos, para hacer la boca agua pensando en otros y para leer, para leer muchísimo y para hacer juegos de palabras, como ese que nos contaban de niños: “Yema, yema, yema, yema ¿Cómo se llama la clara del huevo?” Y seducidos por la clara, los más inexpertos caían en la trampa. Pues sí, para no caer en otras trampas, sigamos con la gastronomía a cuestas, con la yema de verdad de la vida, que puede ser de muchos tamaños, de muchos colores, pero lo que no va a dejar de ser es consistente, coherente, sólida y sustanciosa. Pues eso, a la yema.